Tecnología con cosas.

  • Una de las cosas que no puedo decir que haya decidido formalmente pero a la que sí parece que estoy prestando atención es a recuperar algo mi soberanía digital. Es decir, a volver a prestarle atención a mi(s) blog(s). Y también a leer blogs de otras personas. Hay mucha gente escribiendo cosas chulas que hasta ahora se perdían en Twitter, en newsletters o en otras redes sociales y que ahora estoy volviendo a seguir por RSS.

    Sucesivas debacles han hecho que muchas personas hayamos pensado en volver a tomar las riendas de nuestro contenido y crear (o recuperar) nuestros propios sitios Web. Fediverso aparte, la Web convencional está pensada para ser más o menos distribuida y quizá nunca deberíamos habernos alejado mucho de ahí. La comunidad IndieWeb me resulta extremadamente interesante, dicho sea de paso.

    Pero a lo que voy, y a lo que quería llegar con esta nota breve, es que sé que mucha gente no se atreve, bien porque le da pereza, bien porque cree que no tiene nada útil o digno que escribir en una bitácora. Y mi respuesta aquí se alinea con este post de Matt Mullenweg: a escribir se aprende escribiendo. Si quieres en un blog, monta un blog. Si quieres, usa un cuaderno. Da igual. Pero escribe. Es un poco la misma idea que mencionan en Cafélog, no el podcast (D.E.P.), sino otro blog que se llama así.

    No hace falta que todo sean ensayos sesudos ni artículos de 500 palabras. Mira otros blogs y verás cómo muchos publican citas y notas cortas, o cosas que han visto por la Web. De los grandes y míticos, de los que llevan años, puedes mirar Microsiervos o Daring Fireball. Yo mismo tengo una bitácora de desarrollo donde pongo notas cortas y enlaces, sobre todo para tenerlos yo a mano en un futuro. Y dentro de poco pondré una página aquí con los blogs que estoy descubriendo y que me están encantando.

    Lee. Escribe. Comparte. Da igual. Todo está bien.

    Imagen superior por Cristian Labarca (CC BY-NC 2.0)

  • Este es un debate que he tenido conmigo mismo en muchas ocasiones1: si usar métodos exclusivamente digitales o tener algunas cosas analógicas. Quien me conoce sabe que me gusta escribir a mano, me encantan las estilográficas y las libretas chulas. Pero también admito la conveniencia de los métodos digitales.

    (más…)
  • Sabemos que WhatsApp es una aplicación de chat especial en algunos aspectos. Que no tenga un servicio en la nube sino que sea una app que sincroniza la app principal con las apps compañeras (como la del ordenador) ha sido siempre una diferencia sustancial con otros servicios como Telegram, y esto hace que algunas cosas que en otras apps son triviales o innecesarias en esta son obligatorias, y además no sencillas de resolver.

    Una de ellas es la migración. En otras apps basta con iniciar sesión y tienes tus chats allí, esperando. En WhatsApp hace falta migrarlos. Esto en la misma plataforma es sencillo, pues basta con restaurar la propia copia de seguridad del sistema operativo. Pero cuando pasas de iOS a Android o viceversa hay que usar otros mecanismos.

    Continuar leyendo
  • Soy una persona que ha tenido de siempre muchos problemas a la hora de despertarse. Me he tirado toda mi adolescencia y lo que llevo de adultez buscando formas para despertarme de la manera más eficaz y menos molesta posible. Y hasta ahora* nada me ha funcionado. Hasta que me he hecho con la solución más obvia y evidente: un despertador. (*Ahora: hace ya unos meses en realidad)

    Ni móvil, ni altavoz inteligente, ni reloj que vibra, ni gente que me llame por teléfono. Nada funcionaba. Hablo dormido para apagar el altavoz, el reloj lo apago con la nariz, mi móvil suele estar en silencio por lo que las llamadas no funcionan, el móvil lo sé apagar también estando dormido. Ni las apps aquellas que te proponían problemas matemáticos y seguían sonando mientras no los resolvieras funcionaban.

    (más…)
  • Este verano tuve un percance. Se ve que en algún momento le di un golpe demasiado fuerte a mi Apple Watch; no lo suficiente como para que se rompiera pero sí lo justo para que se dañara el sello estanco, y al meterme en la piscina la pantalla saltó. Eso no tiene arreglo posible, claro.

    El precio por reparar mi modelo de reloj, según Apple, supera los 300€. Y, la verdad, ahora mismo no estoy dispuesto a gastarme ese dinero para tener un reloj inteligente. No me apetece, la verdad. Y por otro lado creo que ese reloj se ocupaba cada vez más de interrumpirme, distraerme y, en definitiva, estresarme.

    Cuando te compras un reloj inteligente al principio todo son fanfarrias, al menos en mi caso. Mira, te llegan los WhatsApp, puedes responder. Puedes llamar en cualquier sitio. Anda, si me mide las carreras. Qué vicio llenar los anillos. Anda, si conecto los cascos puedo escuchar música.

    Pero al menos en mi caso, sobre todo ahora que estoy intentando reducir mis distracciones, acaba siendo un torrente de notificaciones, de mensajes que pocas veces son tan urgentes como para necesitar verlos en el momento. Y la verdad es que estoy disfrutando cada vez más de los tiempos en los que estoy alejado del teléfono.

    Y el caso es que cuando se me rompió el reloj sí que reconozco que me sorprendía muchas veces girando la muñeca para ver la hora. Así que decidí comprarme un Casio. El de la foto. No es el modelo más básico (sincroniza la hora por Bluetooth, cuenta pasos…), pero tampoco es un reloj inteligente con notificaciones, pulsómetro y todo eso.

    Estoy muy contento con él. Tengo un reloj que me da la hora y tiene la cosita de que me cuenta los pasos, para tener una idea de mi actividad diaria. Y mi entorno al principio se extrañaba que precisamente yo, con lo aficionado que soy a la tecnología, renunciara a tener un reloj conectado.

    Lo que he descubierto, de paso, es que hay un mundo enorme de aficionados a, particularmente, los Casio G-Shock1. Y no les culpo. Hay muchos modelos y muy variados. Yo no creo que me vaya a comprar más, pero hay gente con colecciones muy extensas.

    1. En general hay aficionados a todo, por raro que pueda resultar. Antes, cuando frecuentaba Reddit, lo veía más; ahora me cuesta más encontrar este tipo de comunidades. ↩︎
  • Una de las cosas que más he echado de menos desde que uso macOS (o, de forma más específica, Microsoft Word en macOS) es la posibilidad de tener temas de fuentes personalizados. No tengo nada en contra de Calibri pero en su momento, cuando hacía más documentos, a veces prefería utilizar otro tipo de fuentes.

    En Windows existía una interfaz de usuario para crear conjuntos personalizados que cambiaban directamente la tipografía que usamos en títulos y párrafos sin necesidad de ir estilo a estilo. En macOS todavía hoy no existe esta interfaz de usuario (y llevo ocho años usando macOS).

    Lo que acabo de descubrir es que existe una carpeta donde podemos colocar ficheros personalizados definiendo estas dos fuentes. Esta ruta, en mi caso, está aquí.

    ~/Library/Group Containers/UBF8T346G9.Office/User Content.localized/Themes.localized

    La cosa es que es probable que la ruta sea ligeramente distinta en vuestro caso (aunque el fragmento que marco en cursiva creo que es un identificador de la cuenta de desarrollador de Microsoft, por lo que a priori no debería cambiar). Por si acaso es el caso lo mejor es que busquéis directamente una carpeta con ese nombre.

    Dentro de esa carpeta encontraréis una carpeta Theme Fonts donde podréis colocar un fichero personalizado. Yo os propongo este, que cambia las fuentes por Aptos, la nueva familia tipográfica de Office.

    No tengáis miedo a abrir el fichero XML y ver simplemente dónde se definen las distintas fuentes. Así podéis colocar las que vosotros queráis.