Me gustan los objetos con una sola funcionalidad

Ya os he hablado de mi botón favorito, uno que apaga todas las luces desde la cama. También tengo otro parecido para cuando salgo de casa, así como mandos para controlar la música de mis altavoces conectados tanto del salón del despacho. Y el caso es que todas esas acciones las podría hacer, como mínimo, con mi móvil, si es que no puedo usar además un asistente de voz para ello. Ya sabéis que las interfaces de voz no son lo mío.

El caso es que me gustan los objetos con una sola funcionalidad. Me gustan los relojes de pulsera y los despertadores, me gustan las calculadoras, las máquinas de escribir o los reproductores de música. Y no me gusta que me gusten, porque van totalmente en contra de un estilo de vida minimalista que en realidad me parece casi bucólico y que precisamente disfruto cuando estoy fuera de mi entorno habitual. Aprecio cuando no estoy rodeado de cosas pero me gusta tener cosas alrededor.

Pero esto me hace pensar también que quizá el problema sea precisamente el smartphone. Tener tantas cosas concentradas en un mismo dispositivo me agobia y me distrae. Y me desconcierta huir de lo que me permite ganarme la vida y lo que en realidad también me hace disfrutar. Fantasear con teléfonos básicos pero modernos también se alinea con esta filosofía de los dispositivos que sirven para pocas cosas.

Creo muy firmemente, además, que usar objetos que sirven solo para una cosa aumenta la intencionalidad de su uso. Si usas un reproductor de música es porque quieres escuchar música, si coges la calculadora es porque tienes que hacer unas cuentas. Si coges el móvil quién sabe para qué lo vas a utilizar.

Sin embargo reconozco que con el ordenador no me pasa esto. No me asusta ni me agobia usar el ordenador para varias cosas ni concentrar mucho de mi vida digital ahí. Y no tengo claro qué ocurriría si comenzáramos a usar de manera masiva interfaces de realidad aumentada o virtual, de las que integran el mundo digital con el mundo físico (no quiero decir «mundo real» porque en realidad reales son los dos).

En mi mundo digital también me gustan las aplicaciones y las utilidades que hacen una sola cosa. Me gusta la calculadora que haga cuentas, me gusta el reproductor de música que sirva para reproducir música, me gusta que mi editor de texto Markdown sea para escribir Markdown y nada más. No soy especialmente amigo de las suites o de las aplicaciones atrapalotodo. Por eso también procuro que, cuando abro un navegador con interfaz de navegador, sea para navegar por Internet, y no para usar aplicaciones.

No soy el único al que le gustan las calculadoras físicas. Este post se inspiró en este otro de Jack Baty: «Re-calculation».

Foto de StellrWeb en Unsplash


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