Categoría: Personal

  • #89

    Para muchos el año no empieza en enero, sino realmente en septiembre. Volvemos del verano para empezar el curso (aunque no haya nada escolar ni académico en nuestra vida ni alrededor de ella), retomamos las rutinas, volvemos a empezar.

    Menos en mi pueblo. En mi pueblo el año empieza en realidad cuando terminan las fiestas, a mediados de octubre. Porque en septiembre en realidad estamos todos expectantes y preparando cosas.

    Ahora es cuando hay que apretar y empezar a hacer cosas.

  • #88: de fiesta

    Esta semana han sido las fiestas de mi pueblo. Toda la población se pasa todo el año esperándolas con ansia, los negocios se preparan para ella porque en realidad es la semana donde hacen el agosto, y como además tienen la particularidad de ser totalmente comunitarias, muchas personas nos implicamos en la organización de actividades. La pena es que ha llovido, en ocasiones más que una simple llovizna. Muchas actividades se han visto afectadas, o como poco deslucidas.

    Lo que no me termina de gustar es que este año no me lo haya pasado bien, ni en realidad me apetecía estar de fiesta. Y ha sido complicado explicarlo a quienes me rodean. Porque no significa necesariamente que me pase nada, ni que me encuentre mal ni que esté triste. Sencillamente no tenía ánimo de estar hasta las tantas en la verbena (y eso que el rato que estuve en la de ayer me lo pasé francamente bien) o de pasarme todo el día rodeado de gente y de ruido.

    «Estar de fiesta» parece un estado permanentemente deseable, incluso una forma de dar sentido a la vida, sobre todo cuando tienes cierta edad o te mueves por determinados entornos. Estas con tus amigos, bebiendo lo que bebas, escuchando música… pero a lo mejor lo que quieres es estar con tus amigos, y estás a pesar de la música, a pesar de la bebida, a pesar del resto de la gente. Y en realidad es complicado de explicar.

    Y lo malo es que acabas o saliendo incómodo por miedo a perderte cosas o directamente perdiéndote cosas. No hay forma de ganar.

  • Cambiar de aires

    Cambiar de aires

    Hoy me he tomado el día libre en el trabajo para hacer unos recados fuera de mi pueblo, y tengo mucho tiempo para hacer. Y he decidido hacer algo que en Madrid hacía muchísimo y que por aquí no hago tanto: venirme a una cafetería a echar el rato. He desayunado y ahora estoy escribiendo esta nota rodeado de gente que tiene sus conversaciones, hace sus cosas, viene y se va a sus trabajos o a la universidad. Qué maravilla, añado, lo de tener una conexión a Internet de alta velocidad en casi cualquier parte.

    El ruido debería aturdirme, porque hay mucha gente hablando a la vez, pero sin embargo me inspira, no necesito ponerme los auriculares ni nada parecido. Total. Salvo cuando alguien arrastra un taburete, porque tienen las patas metálicas y el sonido es bastante desagradable. Cuando vivía en Madrid solía hacer lo mismo; vivía cerca de la Glorieta de Quevedo, así que me iba al Starbucks que hay en su salida con la calle Fuencarral a pasar el domingo, sentado en una silla, escribiendo y tomando un café decente. El café de Starbucks es decente, no hace falta ponerse snobs. Aunque ahora me estoy tomando un café que me parece bastante mejor.

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  • He tenido que tocar al pájaro

    He tenido que tocar al pájaro

    Una de las cosas que se me han quedado grabadas, según he ido creciendo, es que nunca hay que tocar a los pájaros volandones. Cuando te encuentras un gorrión pequeñito en el suelo, agazapado o correteando y aleateando de un lado a otro, lo que hay que hacer es dejarlo tranquilo, que los padres no se van a acercar al pájaro mientras tú estés revoloteando por ahí.

    Pero he tenido que romper esta regla hoy, hace unos momentos. Tengo un gurriato volandón en mi patio, se ha debido caer de algún nido que debo tener en el tejado o en el de un vecino, y cuando he salido a regar las macetas se ha metido zumbando para dentro de la casa. Y dentro de la casa sí que lo iban a perder de vista sus padres.

    He intentado sacarlo sin tocarlo, pero cuanto más lo intentaba más adentro se metía, y ha llegado a un punto en el que se estaba metiendo en el hueco de la escalera que tengo lleno de trastos, y no me apetecía que se quedara ahí atrapado o hacerle daño al sacar los trastos para sacar al pájaro. Así que he tenido que agarrarlo con la mano y sacarlo otra vez al patio.

    Allí se ha quedado agazapado debajo de un canalón; supongo que tiene que recuperarse del susto que debe ser que un bigardo 50 veces más grande que él lo agarre y lo mueva de un lado a otro. Eso sí, no ha llegado a piar.

    Lo que sí he hecho ha sido dejarle un recipiente con agua, un plato viejo. No creo que lo use, pero yo que sé, me sabía mal que no tuviera agua a mano si tenía sed. Hace bastante bochorno. Si no se la toma el pájaro, el saltarrostros que he visto por las paredes dará buena cuenta de ella. O se evaporará o algo. Qué le voy a hacer.

    Más información valiosa en este artículo de la web de SEO Birdlife. Especial atención al caso de los vencejos.

    Foto de Sergio Otoya en Unsplash

  • Tengo una relación de amor-odio con la rutina

    La rutina para mí significa muchas cosas a la vez. Tener una rutina diaria en algunas ocasiones da sentido y elimina mucha de la parálisis por decisión que muchas personas pueden experimentar por cuestiones del día a día (una de las razones por las que se ha dicho siempre que personas como Steve Jobs o Mark Zuckerberg visten siempre igual, por ejemplo). Y es muy fácil mantener hábitos dentro de una rutina.

    Pero el problema viene cuando mantener una rutina diaria (o semanal, o mensual) acaba ahogando todo atisbo de espontaneidad. Cuando rellenas tus días con todo tipo de cosas que hacer, siempre las mismas, incluso repitiendo cosas como outfits o menús semanales, corremos el peligro de caer en el más absoluto de los tedios.

    Es un problema del primer mundo en realidad. «Todos los domingos, para comer, pollo asado», «solo me visto con vaqueros», «todos los viernes cena y cervecitas en el bar», «menudo coñazo, siempre lo mismo». En realidad es puro aburrimiento de no vivir en tiempos interesantes, de tenerlo todo resuelto y no enfrentarse ni a la más mínima decisión. Al final lo que se supone que nos facilita la vida nos acaba aburriendo.

    No son tiempos interesantes. Ojalá no vivirlos.

  • #60 La intencionalidad de una acción

    #60 La intencionalidad de una acción

    Uno de los placeres que me permito tomarme cuando tengo algo de tiempo es sentarme a leer. Ya os lo conté en otro post. Decidir (activamente o por defecto) sentarme a leer un libro o una revista y pasar un rato dedicando toda mi atención a eso, quizá con algo de música suave de fondo si no hay otro sonido mejor, es algo que me encanta y que hago cada vez que tengo tiempo para ello.

    Pero no solo disfruto de la acción en sí. Disfruto de la lectura pero también disfruto de haber tenido tiempo para poder leer con calma y enfocándome en ella en ese momento, y de haber elegido activamente haber hecho eso en vez de hacer cualquier otra cosa para pasar el tiempo. De haber vencido el FOMO en favor de algo que francamente en ese momento me apetecía más, y sin pensar si es lo que más me conviene, lo que mejor me viene o lo que me puede resultar más productivo.

    De hecho el componente de disfrutar de la mera intencionalidad y de usar el tiempo de manera consciente, al menos en mi caso, se extiende también a la música. Escuchar un disco de principio a fin, prestándole gran parte de mi atención, es algo que no suelo hacer porque la música suele formar parte de mi vida más como algo que está siempre presente de fondo, pero sí que hay discos que me siento a escuchar con mucha calma.

    Al principio del confinamiento por COVID-19, cuando no podíamos hacer gran cosa, reconozco que dediqué conscientemente mucho tiempo a leer y a escuchar música de manera consciente. Las circunstancias eran las que eran, pero si no hubiera sido por esto (y por el Animal Crossing; ya hablaré en otra nota de ello) lo hubiera pasado muchísimo peor, no me cabe duda.

    Foto de Thought Catalog en Unsplash