Acabo de asistir a una charla-coloquio-café en el Parador de Cáceres en la que, junto con tres personalidades de la ciudad muy íntimamente relacionadas con la sociedad de la información, se ha debatido sobre smart cities y espacios inteligentes.
Me ha parecido bastante interesante (y una iniciativa magnífica por parte de la universidad) tratar de acercar estos temas, no solo a la comunidad universitaria, sino al conjunto de la sociedad.
No obstante me he quedado con una reflexión a la que he venido dándole vueltas durante un tiempo. Está muy bien plantear integrar las nuevas tecnologías en el marco urbano de una ciudad, pero jamás tenemos que perder de vista para qué lo hacemos.
Pongo un ejemplo. Capítulo de The Big Bang Theory en el que Penny fabrica Flores para el pelo. Se plantean expandir su mercado hacia los hombres simplemente poniendo Bluetooth a las flores. Porque «todo es mejor con Bluetooth».
Las cosas no mejoran mágicamente simplemente al implantar elementos de nuevas tecnologías en ellas. Que quede claro. Si tienes un cartel con información y un código QR, y leer ese código QR lleva a una página Web que no aporta nada que no esté en el cartel…
NFC, códigos bidimensionales, sensores ambientales… Son tecnologías magníficas, pero no tenemos que usarlas al tun tun. Si vamos a poner sensores ambientales, que sea para recoger datos relevantes y que puedan servirnos ahora o en un futuro. Y no porque simplemente quede bonita una marquesina de autobús que te diga cuanto queda para que pase el próximo coche (aunque luego esos datos ni siquiera sean fiables).
Por cierto, disculpas si véis alguna aberración lingüística en este post. Lo escribí desde el móvil.