#160: combatir el FOMO

11/10/2025

Estos días son fiestas patronales en mi pueblo. Es cierto que es divertido salir, ver que hay mucha más actividad que de costumbre, ver a gente a la que habitualmente no ves porque están enterradas en trabajo o porque viven fuera. Pero esto acarrea también no ser dueño de tu propio tiempo y en ocasiones verte obligado a salir, aunque estés agotado. El año pasado ya puse algunos pensamientos sobre el tema: si estás desanimado, no hay manera de ganar; o sales agotado y no disfrutas, o no sales y te consume el FOMO.

Pues esta mañana he decidido combatirlo durante unas horas. Y lo he hecho dedicando algo de tiempo a ordenar parte de las ochenta toneladas de ropa que he ido acumulando (haber cambiado tanto de talla durante estos años le ha venido regular a mi armario). Me queda todavía bastante faena, pero es un comienzo bastante importante. Ordenar mi entorno (donde vivo, trabajo y, en definitiva, donde paso gran parte del tiempo) siempre ayuda a mi tranquilidad. El año pasado ya pensé en algo parecido: dedicarme tiempo, intentar ignorar el FOMO para trabajar en mi entorno en realidad es algo que me gusta.

Y el caso es que por mucho que puedas combatir el FOMO, mantenerte ocupado, hacer cursos y dedicarte tiempo a ti mismo… nunca deja de haber una vocecita al fondo de tu cabeza que repite que deberías estar con los demás, que deberías estar fuera. Años de condicionamiento hacen que me sienta mal, incluso triste, por no estar todo el rato activamente buscando estar con gente, fuera de casa, en actividades socialmente más aceptadas. Hay un verso de “Calle de la Llorería” de Rayden que de hecho me hace pensar mucho:

Al eterno arrepentido
Por todas las veces que no quiso estar
Que se ve más solo que la una
Porque ahora que sí quiere
No tiene a su lado a nadie a quién llorar

Cerca del FOMO (perderse “lo que pasa”; que no sea necesario que te lo cuenten porque lo has visto con tus propios ojos) está también cierto miedo a quedar aislado, me da la sensación. Es legítimo, por supuesto. También pienso que en el mundo moderno es muy complicado dedicar tiempo a uno mismo y a la vez a los demás, y no puedo ni imaginarme cómo va a ser mi vida según vaya envejeciendo. No sé a vosotros, pero a mí me cuesta cada vez más conjugar ambos mundos. Y es por ello que lo termino contraponiendo. Al final esto hace que para mí a veces combatir el FOMO sea, sencillamente, dedicar tiempo a mis quehaceres y a mis intereses personales.

Posts relacionados