⍟ Terceros lugares

09/08/2025

Desde que trabajo en casa le estoy dando cada vez más importancia a la existencia de terceros lugares. Es un concepto que siempre había tenido en cuenta de manera casi intuitiva, pero cuyo nombre aprendí hace relativamente poco. Éste hace referencia a aquellos lugares que están destinados a la socialización de manera libre e informal. Ni el trabajo ni la familia tienen por qué formar parte de este tercer lugar. Son los lugares donde transcurre nuestra vida pública, donde convivimos con nuestros vecinos.

Se les llama “tercer lugar” porque, según Ray Oldenburg, hay dos lugares previos: el primero es el hogar, donde uno se mueve según las normas de nuestra familia; el segundo es el trabajo, donde hay una serie de protocolos y de organizaciones que respetar. El tercer lugar es un lugar donde no existen jerarquías pero sí normas generadas por la propia comunidad de gente que la habita (algo que en ocasiones conocemos como un contrato social), y que está dedicado fundamentalmente a la socialización. Se siente casi tan cómodo como un hogar, las personas que vemos a nuestro alrededor son habituales.

Ejemplos de tercer lugar son, por ejemplo, el bar donde vas a tomar café por las tardes. Ya lo comenté: yo soy muy de ir al bar y para mí en muchas ocasiones el bar es casi una extensión de mi sala de estar. Sobre todo desde que trabajo desde casa. Aunque cuando vivía en Madrid ya utilizaba el Starbucks más cercano como sitio de estar.

Es importante, claro, que estos terceros lugares no tengan muchas barreras de entrada. Es importante disponer de espacios estanciales donde no sea necesario gastar dinero. Entran en juego instalaciones comunitarias como parques y bibliotecas (estas últimas especialmente interesantes como refugio climático). Acudir a lugares como éste, a instalaciones públicas (no necesariamente en cuanto a su propiedad sino en cuanto a estar abiertos a todo el mundo) hace que nos sintamos parte de la sociedad en la que vivimos.

En el mundo rural, añado, hay un tercer lugar casi virtual: lo que llamamos ”tomar el fresco” las noches de verano. La Rural Woman habló recientemente sobre este hábito en su blog, evocando muchas de las sensaciones que a ella le producen (y que coinciden, además, con las que sentía de pequeño y las que siento ahora). Por cierto, que por las noches a veces no voy al bar. También tomo el fresco, claro.

Yo, sobre todo ahora que vivo en un pueblo, no concibo una vida sin terceros lugares. No concibo no tener a mano un bar donde juntarte con tus vecinos, una biblioteca o un centro social donde ir a hacer actividades (y que haya actividades, claro). No concibo una vida sin gente con quien compartir estos terceros lugares. Y hay dos situaciones que me parecen especialmente tristes.

Por un lado la de los barrios sin dotaciones públicas y con un urbanismo orientado casi a que los vecinos no se relacionen entre ellos. Vecinos acostumbrados a una rutina individualista. Entiendo que haya gente feliz en esa situación pero es una situación que nunca he vivido y en la que no me imagino.

Y, por otro lado, la de unos vecinos a los que excluyen de la vida pública y de estos lugares, que ven que se les cierran unas puertas que para el resto están abiertas. Los terceros lugares hacen que sintamos que pertenecemos a un sitio y a una sociedad. Que excluyan a determinadas personas de estos lugares es triste también para la sociedad en general, que pasa a ser automáticamente menos diversa.

Foto de Al Kalash en Unsplash

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