⍟ Me gustan los domingos
26/01/2025
Durante mucho tiempo en mi vida cada domingo fue un verdadero drama. Cuando vivía en Madrid era el día en el que tenía que viajar de vuelta, y muchas veces era apenas el día en el que me daba cuenta de que todos los planes que había hecho para el fin de semana no habían servido para nada porque no había hecho gran cosa. Esto se unía a un sentimiento de tristeza y a un cansancio acumulado de toda la semana y de haber salido el viernes y el sábado.
Pero en los últimos meses le he dado la vuelta a la tortilla, y hoy creo que puedo decir que me gustan los domingos. Los he conseguido convertir en “mi día”, en el día que me dedico a las cosas que me apetecen, que me gustan, que me hacen crecer y, en definitiva, que me hacen sentirme bien.
No todas las cosas son agradables o gratas per se, pero el domingo es el único momento de la semana en el que puedo juntar el tiempo suficiente para ordenar mi casa, para ponerme al día con la colada o para limpiar más en condiciones. La verdad es que no me resulta la tarea más agradable, pero el resultado final me hace sentir bien y eso hace que merezca la pena.
El domingo es cuando aprovecho para sentarme a jugar un rato a la consola, para leer mis revistas o algún libro tras prepararme una infusión rica, cuando aprovecho para afeitarme con calma para dejarme la barba en condiciones. Son los días en que me pongo música tranquila en casa (algo de chill o quizá alguna radio del tipo “Poet’s Corner”, “Smooth jazz” o “Sunset fuzz” en Sonos Radio), pongo las luces con alguna escena de colores evocadores y me da por escribir, como estas mismas palabras que estás leyendo. Hoy es domingo, ¿no?
En definitiva, el domingo aprovecho para hacer las cosas que me gustan pero para las que no tengo tiempo durante la semana. Para ponerme al día con los RSS, para editar fotos que tengo pendientes antes de imprimirlas y colocarlas en marcos en mi casa, para escribir en mi diario, para cocinar y compartir algo que me apetezca probar…
Es curioso porque cuando vivía en Madrid también dedicaba los domingos para cosas parecidas. Me iba a una cafetería apañada, a lo mejor un poco lejos de casa, a tomarme un par de cafés mientras escribo. O al Starbucks de la Glorieta de Quevedo, a lo mismo. Pero entre el momento en el que volví a mi pueblo y el momento en el que estoy ahora ha habido un periodo de «aclimatamiento» que quizá se ha alargado más de la cuenta, hasta llegar al punto en el que estoy a gusto. Tampoco aspiro a otra cosa en la vida, la verdad.
Se pueden hacer muchas cosas los domingos.
Foto de Nick Morrison en Unsplash