Tecnología con cosas.

  • Hace poco me regalaron un kilo de mi café preferido y un molinillo de café. Y, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, aproveché y me autorregalé un artilugio que llevaba mucho tiempo con ganas de probar: una AeroPress. La verdad es que cuando lo ves parece algo venido de otro planeta, o al menos algo que no te imaginas que sirve para hacer café. Me ha pasado con todas las personas a las que se lo he enseñado.

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  • Uno de los propósitos que me he marcado para este año es incorporar el journaling en más partes de mi vida. Llevo un par de años escribiendo ocasionalmente en un diario cuestiones más personales, pero me gustaría comenzar a tomar más notas sobre mi trabajo.

    El problema es que no sé por dónde empezar. Y no es solo una cuestión de herramientas: también es una cuestión técnica y metodología. No tengo problema con escribir en una libreta, en un registro virtual con o sin aplicaciones dedicadas a ello, o a mano en digital en GoodNotes (algo que tiene las ventajas y los inconvenientes de los dos mundos). Me gusta todo.

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  • Llevo unas semanas siguiendo la cuenta de Twitter @winampskins. Esta cuenta trata de recopilar y enseñar el enorme archivo de skins de Winamp creadas por la comunidad. Y para mí resulta un viaje por la nostalgia de una época: la época en que los ordenadores e Internet eran ingenuos y divertidos.

    Esta tendencia de tener interfaces de usuario personalizables hasta el absurdo creo que estuvo muy en boga durante finales de los 90 y los 2000, y no era raro buscar descargas de temas para Windows Media Player o para la interfaz de nuestro móvil u ordenador (recuerdo perfectamente hacerlo con algún SonyEriccson que tuve en aquella época). ¿Eran bonitos? Muchas veces no. Pero eran nuestros.

    En el mundo Mac en aquella época también se prestaba bastante atención, particularmente en esa generación de aplicaciones que algunos llaman ”The Delicious Generation”, con aplicaciones útiles pero que prestaban una atención exagerada a la interfaz de usuario, con animaciones y efectos que los usuarios de Windows, en realidad, buscábamos imitar (recuerdo perfectamente packs de aplicaciones y parches para que Windows XP se pareciera a OS X; yo mismo lo usé un tiempo). Lo describen siempre como “el triunfo de la apariencia sobre la sustancia”.

    Me resulta bastante interesante leer sobre esto, porque es una época que en realidad yo no viví, sino que solo vi desde fuera y poco. Me resultan bastante recomendables este artículo del blog de Rogue Amoeba y este otro de Ars Technica.

    Creo que los aficionados a la tecnología y a la informática le prestábamos mucha más atención a la UI (salvo algunas personas que usaban el tema clásico de Windows XP, Vista y 7 para ahorrar recursos; algo totalmente respetable, por supuesto). También es una época en la que realmente la informática, para muchos de nosotros, era más un fin que un medio. Al menos era así en mi entorno más cercano. Sí, en realidad mi percepción respecto a este asunto puede estar sesgada.

    Pero esto me hace recordar también una época en la que la informática me resultaba más divertida que meramente útil. Sí, me entretenía ripeando CD con el Windows Media Player y poniéndoles las carátulas para pasármelo luego al reproductor de MP3, enredaba mucho con los programas que tenía e incluso iba al cibercafé de mi pueblo (en la breve época en que lo hubo) a descargarme más programas y llevármelos a casa grabados en diskettes de 3,5” (!).

    Hacía páginas Web con Frontpage (!!) y hasta las llegaba a publicar. Eso sí que no lo voy a enlazar. Enredaba con Photoshop, trasteaba con un Live CD de Knoppix y me metía en las tripas del sistema para… nada, en realidad. Sobre todo quería saber a dónde podía llevarme eso de los ordenadores y qué podía hacer con ello.

    Con el paso de los años me volví primero estudiante de Ingeniería Informática y luego desarrollador de aplicaciones móviles. Y con el paso del tiempo las ganas de enredar se terminaron, porque en ese momento la informática, para mí, pasó a ser un medio. Mi medio de vida, concretamente. (También, de paso y por suerte, me hice más viejo).

    Dejé de buscar las aplicaciones con la interfaz más impactante, bonita o personalizable para pasar a buscar las aplicaciones con la interfaz más clara, fácil de usar y que más me aportara (de hecho este es uno de los principales argumentos de venta de Things). Ni me preocupo de cambiar el tono de llamada del móvil y mi fondo de escritorio actual es el que viene por defecto en macOS Monterey.

    De hecho no me molesta lo más mínimo que ni iOS ni macOS sean muy personalizables en términos de interfaz de usuario, aunque entiendo que haya gente a la que sí. Los aficionados a personalizar al máximo siguen teniendo alternativas basadas en Android y al menos MIUI y ColorOS tienen un soporte bastante grande para personalizar iconos y apariencia. También la tiene la personalización de Android del Sony Xperia que usa mi padre.

    En realidad, y por último, creo que lo que echo de menos no es la época en que la informática e Internet eran ingenuos y divertidos. Hoy la informática es objetivamente mejor (también objetivamente más complicada); Internet, honestamente, no lo tengo tan claro. Pero en todo caso lo que echo de menos, en realidad, es que la informática fuera como hace 10 años para tener 10 años menos yo.

  • Por cuestiones que no vienen del todo al caso, llevo unas semanas utilizando una única TV de 24 pulgadas. No tengo mucho problema con el tamaño ni con la calidad de imagen, pero sí tenía un problema con su calidad de audio: sus altavoces son pequeños y daban un sonido demasiado enlatado, demasiado plano.

    Por eso en cuanto vi una oferta de una barra de sonido decente me lancé a por ella. En mi caso elegí una Sharp HT-SB110, que estaba de oferta a un precio inferior al que aparece ahora en Amazon. Y si bien es una barra de sonido 2.0, sin subwoofer, da un sonido con una dinámica y unos bajos bastante mejores que los que es capaz de reproducir mi TV con sus altavoces pequeños.

    Eso sí. Mi TV cuenta con únicamente dos HDMI, y no estaba dispuesto a sacrificar uno de ellos para conectar la barra de sonido a través de un cable HDMI ARC. Preferí aprovechar la salida óptica, que no iba a aprovechar de otra manera, pero esto acarrea una molestia que todos los que tengan barra de sonido habrán sufrido alguna vez: obliga a utilizar el mando que trae para subir y bajar el volumen, inutilizando los botones del mando a distancia de la TV (o de otros mandos que puedas utilizar).

    (Algunas barras de sonido son compatibles con algunos fabricantes de TV, generalmente cuando coinciden las marcas, de manera que sí es posible controlarlo todo con un mando, incluso a través de la salida óptica. En mi caso la TV es LG y la barra de sonido es Sharp, por lo que no tenía esa suerte)

    En mi caso la solución para esto estaba al alcance de mi mano. Resulta que yo veo casi todo mi contenido a través de mi Apple TV vía streaming, y es posible configurar en tvOS para que los botones de subir y bajar el volumen del mando del Siri Remote utilicen un código que podamos grabar nosotros mismos. De esta manera grabamos el código utilizando el mando de la barra de sonido, y luego el mando es capaz de subir y bajar el volumen por su cuenta. Ideal.

    También tengo un Chromecast con Google TV, cuyo mando también tiene controles de volumen, pero en este caso estoy limitado a la (gran) cantidad de códigos que admite el sistema, y qué casualidad que mi barra de sonido no era compatible.

    No conviene perder el mando de la barra de sonido de vista, porque es el que se puede utilizar para cambiar la barra de sonido de entrada, para controlar otras entradas (por ejemplo si decides conectar el móvil a través de Bluetooth) y para ajustar el ecualizador de la barra de sonido.

    Algunas barras de sonido optan por una solución todavía más bestia: incluir un mando universal muy compatible con la barra de sonido. Es el caso, por ejemplo, de algunos modelos no básicos de Bose, como la barra de sonido Bose Solo 5, Bose SoundTouch 300 o Bose Soundbar 700.

  • A finales de noviembre y hasta bien pasado el mes de diciembre los usuarios habituales de eBiblio se habrán encontrado con varios cambios, y un inconveniente bastante importante, en la plataforma de las bibliotecas públicas de muchas comunidades autónomas españolas. Básicamente durante ese tiempo la plataforma no estuvo disponible por, cito, «un cambio de plataforma para dar el mejor servicio en el contexto actual».

    Una vez realizado aquel cambio nos hemos encontrado con que la antigua app eBiblio ahora se llama BiblioDigital, y ahora únicamente funciona en Cataluña y Castilla y León, mientras que todos los demás hemos sido migrados a una nueva app eBiblio, con el mismo icono pero una pinta bastante distinta. En el post que escribí en su momento se comentaron cuestiones relacionadas con este cambio de plataforma.

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  • La principal experiencia frustrante a la hora de usar un altavoz inteligente (o conectado) es que no te entienda. Y por desgracia hay gente a la que les resulta demasiado familiar. En general los sistemas de reconocimiento de voz no terminan de entender bien ciertos acentos, y en mi caso lo estoy sufriendo experimentando cuando le pido artistas o canciones.

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